Tiene muchas de las funciones del cerebro que está en la cabeza y se lo asocia a una dolencia muy común.
Norberto Abdala
Clarín.com - Revista Viva
Sufro de colon irritable y los médicos me dicen que es nervioso. Tomé de todo, me cuido con las comidas, hago yoga y meditación pero nada me sirve. Un psiquiatra me dice que tengo que tomar un antidepresivo pero no quiero porque no estoy deprimida. ¿Me da su opinión? Fermina Camotgé, Bahía Blanca
Ha recibido distintos nombres: colon irritable, síndrome del intestino irritable (SII), síndrome digestivo irritable (y antiguamente, colitis nerviosa, colitis espástica ó colon espástico).
Hace referencia a una disfunción muy frecuente, prolongada y recidivante (que tiende a reaparecer) que se caracteriza por la presencia de dolor abdominal, cambios en el ritmo de la evacuación intestinal que se suele acompañar de una sensación de distensión o inflamación aunque no exista una lesión en la anatomía de los intestinos.
Siempre se atribuyó a “los nervios”, apuntando a que cierto grado de tensión nerviosa, angustia, temores o bronca se terminan descargando desde el cerebro hacia los intestinos.
El segundo cerebro
Hace unos años, M. Gershon, del Departamento de Anatomía y Biología Celular de la Universidad de Columbia (EE.UU.), escribió un interesante libro titulado El segundo cerebro.
En él, y como fruto de sus investigaciones, afirma que el hombre tiene dos cerebros: uno, en la cabeza y otro, en sus intestinos. Este último con las mismas propiedades para reaccionar, recordar, generar ansiedad e, incluso, hasta puede dominar a su colega craneal.
Describió la existencia de un cerebro intestinal de más de cien mil millones de neuronas –casi tantas como las del clásico cerebro– y que son excitadas por cualquier distensión de la luz del intestino y por la presencia de toxinas, gérmenes patógenos o una dieta insalubre, que alteran los movimientos normales y/o la producción de secreciones intestinales.
Ambos cerebros, el craneal y el intestinal, se interconectan a través de fibras nerviosas, y aunque el cerebro digestivo recibe, en todo momento, información desde el cerebro craneal, éste no le dicta cómo debe funcionar.
Más aún, el flujo de mensajes desde el aparato digestivo a la cabeza es mayor al número de órdenes que corren en sentido inverso.
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