Conocí a Silvia a través de la página web. En febrero de 2007 me sentía muy mal porque ya había pasado por gastroenterólogos, especialistas, nutricionistas, homeópata, sin lograr una mejoría en los síntomas que eran una constante desde hacía dos años.
Leyendo los testimonios, me sentí identificada con la gente que exponía sus padecimientos y al ver que no era la única a la que le pasaban estas cosas, me animé a comenzar con la terapia. Con 47 años, nunca había hecho psicoterapia, aunque siempre supe que la necesitaba, pero el temor, la duda de encontrar la persona adecuada, hicieron que postergara mi decisión. Ya desde la primera sesión me sentí aliviada al encontrarme con una profesional altamente capacitada y de una gran calidez humana.
Enseguida empezamos a trabajar con distintas herramientas: lectura del libro, ejercicios de relajación, visualizaciones, flores de Bach – todo sin descuidar el tratamiento médico con el especialista.
Fue un año intenso, de mucho aprendizaje. Al hacer la primera evaluación, luego de cuatro meses, me di cuenta de todo lo que había avanzado: pude bajar los niveles de ansiedad, cortar los recuerdos obsesivos con seres queridos fallecidos, comencé a identificar los desencadenantes de los síntomas y sobre todo, a intentar un cambio de actitud frente a la enfermedad.
En los meses siguientes los cambios fueron notables, al entender cómo operan los mecanismos de este síndrome, pude amigarme con él. Perdí la sensación de desesperación que alteraba mi equilibrio emocional y así empecé a manejar la situación cuando el dolor se hizo presente. Y así, ese dolor que me acompaño diariamente durante dos años, que me impedía tomar decisiones, poder razonar, concentrarme en mis actividades, afectando mi calidad de vida, mis relaciones sociales, mi vida de pareja, mi trabajo (sólo el que lo padece sabe de qué se trata), paulatinamente fue cediendo.
Afortunadamente, a un año de haber empezado el tratamiento, puedo hablar de todo esto en pasado. Casi sin darme cuenta, fui dejando de tomar la medicación, porque sentía que ya no la necesitaba, pude hacer un cambio de dieta, con muy buenos resultados y sigo teniendo esa sensación de tranquilidad que me da el hecho de que puedo manejar la situación si los síntomas aparecen.
Yo quiero alentar a las personas que están padeciendo con este síndrome, a que no se den por vencidas, a seguir intentando. No es fácil, pero se puede estar mejor; la mejoría está en cada uno, en dejarse ayudar, en dejarse acompañar por el terapeuta adecuado.
Escribo esto con la esperanza de que llegue a las personas que lo están necesitando y sea tan movilizador para ellas, como fueron para mí los testimonios de otros pacientes que habían experimentado mejoras con este tratamiento.
De Elsa – Buenos Aires.