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Qué son los desórdenes del eje Intestino-Cerebro

¿Qué anda mal?

Es esencial entender la conexión entre el intestino y el cerebro.

La conexión intestino-cerebro une el cerebro y todo el tracto digestivo. Todos sabemos intuitivamente que hay una relación entre nuestro intestino y cerebro, evidente en el lenguaje que vincula emociones con sensaciones viscerales (por ejemplo, "mariposas en el estómago").

Esta profunda conexión opera en dos direcciones: del cerebro al intestino y del intestino al cerebro.

Estos dos sistemas están en constante comunicación, actualizándose mutuamente para que todo funcione sin problemas.

El cerebro y el intestino se comunican principalmente a través del sistema nervioso autónomo. Cuando todo funciona correctamente, estas señales operan fuera de nuestra conciencia.

El sistema nervioso autónomo se compone de tres partes diferentes que trabajan juntas para mantener los sistemas del cuerpo funcionando sin problemas.

El sistema nervioso simpático activa la respuesta de lucha o huida en situaciones de peligro o abrumo, actuando como el acelerador del cerebro.

El sistema nervioso parasimpático activa la respuesta de descanso y digestión, actuando como un pedal de freno. Ayuda al cerebro a ralentizarse, calmarse, establecer seguridad y recuperar el equilibrio y la regulación en el cuerpo.

Y luego la tercera parte, el sistema nervioso entérico.

Hay millones y millones de nervios que recubren la totalidad de ese tracto gastrointestinal y forman su propio sistema nervioso. Hay tantos nervios, de hecho, que hay más nervios en el revestimiento gastrointestinal que en la médula espinal.

La denominación "el segundo cerebro" se refiere al sistema nervioso entérico, que juega un papel crucial en el funcionamiento del sistema gastrointestinal.

Con esos conceptos principales, entremos en qué es la desregulación del intestino y el cerebro. Qué sucede cuando las cosas van mal.

La definición más simple de desregulación del eje intestino-cerebro es que la comunicación se interrumpe.

Y esa es una definición muy simple pero un proceso muy complicado.

¿Qué puede causar esta desregulación?

• Una mala alimentación y las intolerancias alimentarias.
• El estrés o la ansiedad prolongada.
• La depresión.
• El trauma psicológico.
• Un golpe al cuerpo, como una cirugía o una enfermedad importante
• La disbiosis: cuando todas las bacterias en el intestino, especialmente en el colon, se desequilibran.

• ¿Cuáles son los 2 diferentes tipos de trastornos gastrointestinales?

Los primeros son los denominados trastornos gastrointestinales estructurales, o enfermedades orgánicas. Algunos ejemplos serían:

Enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa, úlceras, diverticulitis, cáncer.

En estos casos, los médicos pueden detectar la enfermedad mediante diversos estudios que permitan encontrar las causas de los síntomas.

Los trastornos funcionales gastrointestinales son más comunes que los estructurales y frecuentemente no presentan causas físicas que justifiquen los síntomas, aunque esto no implica que sean causados meramente por ansiedad o estrés.

Los trastornos funcionales gastrointestinales son trastornos muy reales.

A este grupo de dolencias se les ha denominado en años recientes "trastornos de la interacción intestino-cerebro".

Cuando la conexión intestino-cerebro se desregula, se producen cambios en el intestino, el cerebro y nuestros patrones emocionales.

En este contexto, el intestino desempeña un papel crucial al recopilar información y transmitirla al cerebro. Cuando hay desregulación en esta conexión, suelen surgir dos cambios comunes.

1- Cambios en la motilidad: la capacidad de mover los alimentos a través del tracto digestivo se altera, causando diarrea o estreñimiento o una alternancia de ambos.

2- Desregulación intestinal llamada hipersensibilidad nerviosa: los nervios del tracto gastrointestinal se vuelven demasiado sensibles, como una alarma que se activa ante las vibraciones más pequeñas.

Cuando las personas experimentan una alteración en su eje cerebro-intestino, tienen dificultades para reducir, regular o desconectar las sensaciones intestinales que no representan un peligro.

Cuando los nervios del tracto gastrointestinal se vuelven demasiado sensibles, nuestro cerebro se vuelve más receptivo a las señales intestinales, lo que se denomina sensibilización central. 

Las alteraciones en el eje intestino-cerebro también pueden conducir a cambios emocionales.

Las personas que experimentan estos cambios en el intestino y el cerebro también tienden a experimentar cambios con respecto a cómo se procesa y maneja el estrés.

Se vuelven más susceptibles al estrés y menos resilientes debido al aumento de ansiedad por los síntomas y la repetición incontrolada de esta ansiedad.

¿Cuándo se presentarán y cuándo serán graves? A menudo culmina en pensamientos catastróficos sobre lo peor que podría suceder.

Esto crea un círculo vicioso: las falsas alarmas generan más desregulación, lo que a su vez activa más alarmas, intensificando aún más la desregulación.

Todas las condiciones de salud crónicas empeoran por el estrés.

Y los trastornos digestivos parecen ser particularmente susceptibles al estrés, debido a la profunda conexión existente entre el intestino y el cerebro.

Un enfoque integrado.

El enfoque más eficaz incluye seguimiento regular con un gastroenterólogo, una dieta diseñada por un nutricionista especializado y tratamiento psicoterapéutico específico.  

En casos severos podría indicarse una consulta con psiquiatría a los fines de prescribir medicación central para regular la disfunción digestiva.

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